Cuando hablamos de cultura
machista, en realidad estamos relacionando dos términos opuestos que no encajan
entre sí, el machismo no es cultura o no genera cultura, genera odio y
supremacismo, mientras que la cultura cohexiona y desarrolla el tejido social,
en realidad son términos que incluso se combaten entre sí cuando entran en
contacto. Para empezar, "machismo" es un término definido como actitud superioridad del
hombre sobre la mujer, mientras que a la cultura se la define como el resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales de las personas. Así pues esta
asociación de términos indirectamente nos conduce a adjetivar y por lo tanto
dar un sentido a la cultura como movimiento supremacista, es decir contaminar
este precioso término que es la piedra angular que necesitamos para seguir
desarrollando nuestro modelo de sociedad, y en definitiva, introducir en ella un
matiz contrario a lo que realmente significa. Definiéndola así,
inconscientemente devaluamos y contaminamos el significado de nuestra apreciada
palabra, y conseguimos por lo tanto un efecto contrario al deseado: esta
asociación de palabras se transforman en un freno que nos impide avanzar; e
incluso con ello ponemos en peligro su uso, dado que si la usamos
incorrectamente podemos llegar al caso extremo de contaminarla hasta el punto
de que tengamos que tirarla a la basura del olvido porque ya no se pueda hacer
de ella un uso correcto y se asocie definitivamente a eso otro que no es.
En definitiva, creo que al menos desde el punto
de vista terminológico en vez de hablar de cultura machista, deberíamos asociar la palabra machista a la palabra
incultura, y entonces sí que puede verse claramente que ambas van en el mismo
sentido en cuanto a negatividad. Hablar de incultura machista, o de
contracultura machista nos da terminológicamente un instrumento más para actuar
eficazmente en la lucha contra los supremacismos; sin duda que hay que creer en
la fuerza de las palabras.